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DR. IÑIGO LARIZGOITIA SALINAS

Desde pequeño siempre quise estudiar medicina y estar vinculado a la salud de las personas.
A día de hoy, no puedo estar más orgulloso de la decisión de mi yo de 17 años que tomó formando parte del mundo sanitario en general, y el dental en particular.

La empatía hacia las personas, buscar la solución más óptima y mejorar la calidad de vida de mis pacientes es sin duda algo que me conmueve.

La odontología es mucho más que limpiar dientes y llenar cavidades; es una oportunidad para cambiar vidas. Cada día en el consultorio me enfrento a pacientes con diferentes necesidades y preocupaciones. Algunos llegan con miedo y ansiedad, otros con vergüenza por el estado de sus dientes. Sin embargo, a través de mi dedicación y cuidado, puedo transformar esas experiencias en algo positivo.

Ver la gratitud en los ojos de mis pacientes cuando recuperan su sonrisa es una de las mayores recompensas que puedo experimentar. Saber que he contribuido a mejorar su calidad de vida, a veces incluso su autoestima, es lo que me impulsa a seguir adelante en los momentos difíciles.

La vocación de un dentista va más allá de los tratamientos y procedimientos. Es un compromiso con el bienestar de los demás, un compromiso con la excelencia y la empatía. Elegí esta profesión porque me permite combinar mi pasión por la ciencia con mi deseo innato de hacer una diferencia real en la vida de las personas.

En cada sonrisa que restauro, encuentro renovada inspiración y propósito. Ser dentista no es simplemente lo que hago, es quien soy. Y en cada paciente que atiendo, encuentro una oportunidad para cumplir mi vocación y dejar una huella positiva en el mundo.

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